Una verdadera amiga, un verdadero tesoro

“El Señor nos visitó, se sentó a nuestra mesa y escogió al mejor” Leo conmovida la esquela de mi gran amiga Pilar que se ha ido después de una corta lucha contra su enfermedad.

Es Domingo muy temprano, abro la ventana añorando dejar entrar su espíritu en la suave brisa matutina, como en  una de tantas visitas que me hiciera en vida. Pero es verano y las hojas de los árboles se encuentran inmóviles. Espero en la ventana… y vienen recuerdos jalonados por uno de sus consejos: “si un amigo pierde una mano, estrecha  fuertemente la que le queda, si pierde ambas,  entonces… estréchalo con un abrazo”.

Eran los días de inicio de clases en mi primer año de carrera, nuevos rostros, nuevo ambiente académico y cultural. No conocía a nadie y siendo de carácter introvertida,  me costaba trabajo entablar conversación, así que entre clases me sentaba en alguna banca observando no sin cierta envidia, a quienes la naturaleza doto de una capacidad natural de socialización.

De pronto la vi acercarse dirigiéndome una amplia sonrisa, la reconocí, era de mi ciudad y de mi barrio, aunque no nos habíamos tratado, pues era dos años mayor, así que lo primero que me dijo  es que íbamos a coincidir en el reciente ingreso en la facultad, pues había cambiado de carrera.

No fue una estudiante brillante y salió adelante más que nada por su esfuerzo y mi ayuda, en un intercambio de dones en los que aprendí mucho de ella,   pues siendo polos diferentes siempre salí ganando a través del  valor de su amistad.

La amistad aumenta las alegrías y divide las penas.

Tenía el don de captar sentimientos y trasmitir los suyos generando una natural simpatía. Su trasparencia  le permitía comunicarse con un gesto, una mirada, una actitud. Era muy dada a no tomarse en serio a sí misma y su jovialidad se convertía en el mejor antídoto contra cualquier desengaño del mundo que nos iba envolviendo en el proceso a la definitiva adultez.  Su talón de Aquiles fue ser muy sensible, lo que le proporcionó más de una decepción que solía   superar tomando su guitarra para entonar  alegres y desfachatadas canciones, olvidándose de su pena para hacernos reír a carcajadas.

Trasforma los sentimientos negativos.

Alguna vez por diferencias de opinión me sentí ofendida y pretendí alejarme, ella pudo haber hecho lo mismo, era solo cuestión de aferrarse cada quien a sus razones, pero no lo hizo. Me busco dejando en claro que entendía mi forma de ver las cosas, que comprendía mis sentimientos, pero que aun así no estaba de acuerdo conmigo  y  que por encima de ello se consideraba mi amiga y quería seguir siéndolo. Dándome un abrazo me dijo que lo difícil no era estar con los amigos cuando tienen razón, sino cuando pueden estar equivocados, y que ambas podíamos caer en el error. Eso aumentó mucho la confianza entre las dos.

Evita la soledad y su camino se pierde entre abrojos si no se camina con frecuencia.

Se llegó el tiempo de despegar en la vida laboral, lo que nos llevó a distintas ciudades manteniendo siempre comunicación y sosteniendo nuestra afinidad afectiva, compartiendo nuestras intimas alegrías o tristezas al tiempo que participábamos personalmente en los acontecimientos más importantes de nuestras vidas: nuestros matrimonios, el nacimiento de nuestros hijos, bautizos; y claro, nos hicimos comadres.

Rechaza la envidia.

Pilar no fue muy exitosa profesionalmente, pero  se alegraba siempre de las buenas noticias que le participábamos. Era el claro ejemplo de que: cualquiera puede simpatizar con el sufrimiento de los amigos, pero se necesita finura de alma para simpatizar con sus éxitos.

Protege y es apoyo en las dificultades.

Recuerdo que en una ocasión sin poder conciliar el sueño por un problema personal, no dude en hablarle a las tres de la mañana y me respondió con intenso y genuino interés.

Acompaña hasta la muerte.

Siempre que pudo estuvo en la pérdida de un ser querido de cualquiera de sus amigos, su presencia discreta y su sincero abrazo nos dieron una inestimable fortaleza.

Finalmente, la amistad conduce a Dios.  

El mayor bien que siempre deseo para sus amigos por encima de cualquier interés mundano, fue que nos acercáramos a Dios y vivió comprometida con su testimonio de vida.

Pilar ha muerto y nunca volveré a ver la reacción de Maritza nuestro mutua amiga ante una de sus típicas bromas.  Sus amigos no solo la perdimos a ella, también perdimos  la parte que cada uno de nosotros podía mostrar gracias  a ella, y esa parte ya no la podremos compartir.

…de pronto, mis  recuerdos se interrumpen al sentir claramente una suave brisa que mueve las hojas de los árboles y  entra por la ventana.

Una suave brisa que, como si me faltaran las manos me envuelve  en un abrazo.

Deja un comentario